Desde el punto de vista social, la familia configura el entorno primario sobre el que se construye cada sujeto y, por lo tanto, se da un significado al “aprendizaje”. De este modo la estructura familiar favorece o dificulta el acceso al conocimiento.
La construcción del pensamiento se inicia desde el primer momento en que el niño toma contacto con el medio a partir de los reflejos y hábitos que luego dan lugar a procesos cognitivos complejos.
Durante los primeros años de vida, para el niño, los padres ocupan el lugar del “saber”, pero a medida que crece, debe correr a los padres de ese lugar. Así el niño debe caerse, experimentar, equivocare, saber esperar, solucionar conflictos cotidianos, etc. En este momento, coincidente con el ingreso del niño al sistema educativo formal, los padres dejan de tener el “saber absoluto” y se da lugar a “dejar entrar el saber de afuera: la escuela”. Pero, si el afuera (límites, respeto, tolerancia, espera, etc) no existe para el niño, se encuentra entrampado “sin saber” y no encontrará nunca otros con quiénes pueda identificarse, aferrarse y aprender.
Es posible que este proceso de independencia y despegue familiar, les cueste tanto al niño como a los padres, el pequeño puede sentir angustia de separación pero si los adultos obstaculizan este proceso, el sufrimiento es mayor y duradero. Para evitar esto los padres deben “dar permiso” al hijo para que éste logre autonomía y comience a construir su propio pensamiento. Sin embargo, no siempre encontramos a padres que desean ver crecer y pensar a su hijo…
Si el niño logra salir del saber absoluto familiar amplía su campo de conocimiento y gradualmente va dejando que se enriquezcan los procesos cognitivos y va desarrollando habilidades sociales que le permitan interactuar con sus pares y docentes.
Es fundamental el posicionamiento y rol del docente al momento de colaborar en la adaptación del niño al ingreso escolar, deberá ser quién decodificará y dará respuestas a aquellas necesidades que manifiesta el niño dentro del ámbito escolar.
Es importante que el tránsito del niño de lo familiar a lo escolar se lleve a cabo de un modo natural, placentero y de confianza mutua. De este modo el niño sabrá que la Institución escolar es un espacio de juego y aprendizaje confiable.
Colaboración de: Beatriz Peretó. Lic. en Psicopedagogía