¿Qué es?
El “berrinche” es una forma frecuente y normal en el comportamiento en los niños pequeños cuando tienen sentimientos de enojo o de frustración. Suelen aparecer cerca del año de vida y se extienden normalmente hasta los cinco años (aunque la edad puede variar dependiendo del contexto) pero se presentan con mayor frecuencia entre los dos y los tres años.
Durante el berrinche es frecuente que el niño llore, grite en forma descontrolada, puede golpear o arrojar objetos, tirarse al piso, patalear e incluso golpearse a sí mismo.
¿Por qué suceden?
A partir de los dos años y en forma progresiva el niño comienza a recorrer el camino hacia la independencia y la autonomía. En dicho camino es normal que desafíe la autoridad de los cuidadores y que se oponga a los límites y las reglas, ya que no pueden comprender que los mismos se establecen en función de su propio bien. Esto sumado a su escasa capacidad para comunicarse y para gestionar sus emociones hace que el niño termine perdiendo el control de sus acciones, generando una situación incómoda y desagradable tanto para el cuidador como para sí mismo.
¿Cuándo debería preocuparme?
Si bien los berrinches son normales ante una situación de frustración, de enojo, o incluso como forma de llamar la atención, hay algunas características que deberían preocuparnos.
Cuando los berrinches son graves (que producen daño físico o material en forma recurrente), son muy frecuentes (más de cinco por día), persisten más allá de los cinco años, se producen en forma frecuente en el jardín de infantes o se acompañan de otros problemas de comportamiento (problemas para dormir, agresividad, dificultad para prestar atención) es importante realizar una consulta médica para una evaluación de las posibles causas.
¿Cómo debo manejar un berrinche?
Cuando los berrinches son graves, reiteramos la importancia de la consulta con un profesional para evaluar las causas posibles y orientar el tratamiento según las mismas.
Cuando son los berrinches esperables para la edad y las circunstancias, lo principal es que el o los adultos a cargo mantengan la calma. Si uno responde con gritos o castigo físico la situación suele empeorar (además de demostrarle al niño que uno tampoco es capaz de manejar las emociones negativas).
No hay una fórmula mágica, ni una receta que funcione con todos los niños por igual. La forma de manejar los berrinches depende del niño, del adulto a cargo y de las circunstancias que desencadenan el berrinche.
Es importante que el niño se sienta amado en todo momento y hablarle en tono amigable y calmado. A veces puede funcionar agacharse y hablarle “al mismo nivel” y con palabras sencillas. En otras ocasiones se puede abrazar al niño si éste lo permite para que se sienta amado y contenido, o tal vez ignorar el berrinche (no al niño) hasta que comprenda que de esa manera no va a conseguir nada bueno. Aislar al niño durante pocos minutos o hasta que se pase el berrinche puede funcionar otras veces. Pero es importante no ceder nunca ante el berrinche, ya que de esta manera favorecemos este tipo de comportamiento.
Otro factor a tener en cuenta es el tiempo especial que uno dedica a pasar tiempo con el niño. Sentarse a jugar con él en el piso, desconectarse de las pantallas y permitirles el juego al aire libre es muchas veces la solución cuando los berrinches se presentan como un llamado de atención.
En la medida que la edad del niño lo permita es importante intentar hablar con él una vez que se ha calmado para preguntarle qué le pasó o cómo se sintió, demostrarle que entendemos que se sienta así, pero explicarle que no es la forma correcta de reaccionar.
Colaboración de: Dra. Dámaris P. Ludueña, méd. de Familia