La hepatitis A es una infección hepática causada por el virus de la hepatitis A (VHA). Éste se transmite cuando una persona no infectada o no vacunada come o bebe algo contaminado por heces de una persona infectada por el VHA; esta vía de transmisión se llama fecal-oral. La enfermedad está estrechamente asociada a un saneamiento deficiente y falta de higiene personal. A diferencia de las formas B y C, la hepatitis A no causa hepatopatía crónica y rara vez resulta mortal, pero sí causa síntomas debilitantes.
La hepatitis A se presenta esporádicamente y en epidemias en el mundo entero, con una tendencia a las reapariciones cíclicas. A nivel mundial, las infecciones por VHA ascienden aproximadamente a 1,4 millones de casos al año. Las epidemias asociadas a alimentos o agua contaminados pueden aparecer de forma explosiva, como la epidemia registrada en Shangai en 1988 que afectó a unas 300 000 personas.
La enfermedad puede tener consecuencias económicas y sociales graves en las comunidades. Los enfermos pueden tardar semanas o meses en recuperarse y volver a sus actividades laborales, escolares o cotidianas. Las repercusiones en los establecimientos de comidas contaminados por el virus y en la productividad local en general pueden ser graves.
Síntomas
Los síntomas de la hepatitis A son de moderados a graves y pueden consistir en fiebre, malestares, pérdida de apetito, diarrea, náuseas, molestias abdominales, coloración oscura de la orina e ictericia (coloración amarillenta de la piel y la esclerótica ocular). No todas las personas infectadas padecerán todos los síntomas. Los adultos muestran signos y síntomas de morbilidad con mayor frecuencia que los niños, y la gravedad de la enfermedad, así como la mortalidad, aumentan con la edad. Los menores de seis años de edad infectados no suelen tener síntomas apreciables, y sólo el 10% muestran ictericia. Entre los niños de más edad y los adultos la infección suele causar síntomas más graves y se observa ictericia en más del 70% de los casos. La mayor parte de las personas se recupera al cabo de varias semanas, o a veces meses, sin sufrir complicaciones.
¿Quiénes corren riesgos?
Toda persona no infectada anteriormente o no vacunada puede contraer hepatitis A. Quienes viven en lugares donde el saneamiento es deficiente corren mayores riesgos. En los lugares donde el virus está extendido, la mayor parte de las infecciones por VHA aparecen en la primera infancia. Otros factores de riesgo son la inyección de drogas, la convivencia con una persona infectada o las relaciones sexuales con una persona que tiene una infección aguda por VHA.
Transmisión
El VHA se suele propagar de una persona a otra cuando una persona no infectada ingiere alimentos o bebidas contaminados con heces procedentes de una persona infectada por el virus. La transmisión de VHA por vía sanguínea, es mucho menos frecuente. Los brotes de origen hídrico, aunque infrecuentes, suelen ir asociados a contaminación por aguas residuales o a un abastecimiento de agua insuficientemente tratada. El virus no se propaga por contacto ordinario entre personas.
Tratamiento
No hay ningún tratamiento específico para la hepatitis A. La remisión de los síntomas después de la infección puede ser lenta y éstos pueden tardar varias semanas o meses en desaparecer. El tratamiento tiene por objetivo la comodidad y el equilibrio nutricional del paciente, incluida la rehidratación tras los vómitos y las diarreas.
Prenvención
Las modalidades más eficaces de lucha contra la enfermedad consisten en mejorar el saneamiento y vacunar contra la hepatitis A.
Un abastecimiento suficiente de agua potable segura y una evacuación apropiada de las aguas residuales de la comunidad, junto con prácticas de higiene personal tales como el lavado regular de las manos, permiten reducir la propagación del VHA.
Hay varias vacunas contra la hepatitis A disponibles a nivel internacional. Todas ellas protegen de manera semejante contra el virus y sus efectos colaterales. No hay ninguna vacuna autorizada para niños menores de un año de edad.
Al cabo de un mes de haber recibido una sola dosis de la vacuna, casi el 100% de las personas habrá alcanzado niveles protectores de anticuerpos. Millones de personas han sido inmunizadas sin haber sufrido efectos adversos graves. La vacuna se puede administrar en el marco de programas regulares de inmunización infantil y junto con otras vacunas comúnmente administradas a los viajeros.
Actividades de inmunización
La planificación de programas de inmunización en gran escala debe comprender evaluaciones económicas detenidas y prever métodos alternativos o adicionales de prevención, por ejemplo mejora del saneamiento y educación sanitaria para favorecer la higiene.
El que se incluya o no la vacuna contra la hepatitis A en la inmunización sistemática de los niños depende del contexto local, inclusive del grado de riesgo para los niños. Varios países, entre ellos la Argentina, China, Israel y los Estados Unidos de América, han introducido esa vacuna en la inmunización sistemática de los niños. Otros países recomiendan administrar la vacuna a personas que corren mayor riesgo de contraer hepatitis A, por ejemplo viajeros que se dirigen a países donde el virus es endémico, hombres que tienen relaciones sexuales con otros hombres, o enfermos hepáticos crónicos (debido a un mayor riesgo de complicaciones graves en caso de infección por VHA).
Las recomendaciones sobre la vacunación contra la hepatitis A en caso de brotes epidémicos deben ser específicas según los lugares, inclusive según la viabilidad de emprender rápidamente una campaña de inmunización generalizada. La vacunación para controlar brotes comunitarios tiene una eficacia óptima en las comunidades pequeñas, si la campaña comienza precozmente y se alcanza un alto grado de cobertura de múltiples grupos de edad. Las actividades de vacunación se deben complementar con educación sanitaria para mejorar el saneamiento y las prácticas de higiene.
Colaboración: Bioq. Noelia Lucero – Lic. en Biol. Molec. Adrián Lucero